Studia Heideggeriana Vol. XIII (2024) – Vida - Praxis - Emociones
may 23, 2023
I. – La expresión “vida” (Leben), se halla presente de forma predominante en las lecciones tempranas de Heidegger en Friburgo durante los años 1919-1923, en claro vínculo crítico con el pensamiento de Dilthey y la así llamada “filosofía de la vida”. La expresión “vida” o “vida fáctica”, cumple el relevante rol de designar el campo de la investigación fenomenológica tal como la entiende este autor durante su primer período de docencia. Y, aun cuando esta terminología es abandonada en el período que prepara la publicación de Ser y Tiempo para designar un aspecto esencial del ser humano, la concepción de las nociones básicas ganadas en las lecciones tempranas tiene un claro hilo de continuidad con la consolidación de la analítica existencial y la ontología fundamental. Si bien es cierto que el enfoque más maduro de Heidegger expresa una decidida distancia crítica no sólo con relación al uso del término “vida”, por estar en ello incoado el peligro de caer en un naturalismo (biologismo), sino también con respecto a toda antropología que esté anclada en la idea tradicional del ser humano como “ser vivo racional”, la reflexión en los fundamentos sistemáticos de este distanciamiento parece poder arrojar luz al proyecto ontológico en su conjunto. Por otra parte, si se acepta la tesis heideggeriana de la irreductibilidad categorial de la existencia humana a la de los seres vivientes en general, emerge el evidente problema de dar cuenta de esta diferencia, lo cual incluye, al menos en líneas generales, esbozos de una “ontología de la vida”. Como es sabido, Heidegger acomete al menos en una de sus lecciones (GA 29/30) esta tarea, ofreciendo así penetrantes consideraciones sobre ese modo “extraño y fascinante” de ser que tienen los seres vivos.
II. – Como algunos estudiosos lo han destacado (Gethmann, Tugendhat, Volpi, Vigo, entre otros), uno de los aspectos salientes del pensamiento de Heidegger es el haber resituado la práxis como elemento primario de la experiencia humana y su orden básico de comprensibilidad. No es casual, por ello, que la obra de este filósofo haya sido bien recibida en el mundo anglosajón precisamente por la corriente de pensamiento así llamada “neo-pragmatista”, comenzando con los trabajos de Rorty. Por otra parte, es bien conocida la tesis de Volpi, según la cual muchos de los conceptos ontológicos presentes en Ser y Tiempo suponen una creativa apropiación de la filosofía práctica de Aristóteles, lo cual sitúa a Heidegger en una línea muy peculiar de concepción de la acción humana y su alcance. Es célebre la observación en la Carta sobre el Humanismo que plantea el carácter irreductible de este concepto respecto al esquema de causalidad. Es posible pensar que, al menos en parte, esta consideración está vinculada de forma profunda con la reflexión que el filósofo hiciera sobre la concepción de la libertad en continuidad y distanciamiento crítico con la filosofía de Kant y Schelling. Con todo, se puede preguntar si acaso hay en Heidegger una concepción de la acción humana robusta y cómo dialoga con las distintas líneas de reflexión actual presentes en la teoría de la acción.
III. – Aunque para cualquier conocedor y conocedora de la obra de Heidegger resulta evidente que este autor no usa el término “emoción”, es innegable la relevancia dentro de su filosofía de los análisis de diversos fenómenos de la vida afectiva. Bajo la denominación de Stimmung, que se ha traducido por “estado de ánimo” o “temple”, tenemos no sólo los célebres análisis del miedo o la angustia en Ser y Tiempo, sino también el prolijo tratamiento del aburrimiento en la célebre lección de 1929/30 dedicada a los conceptos fundamentales de la metafísica (GA 29/30) o del asombro en la lección del semestre de invierno de 1937/38 (GA 45). Con un claro enfoque que se distancia de los enfoques psicológicos, Heidegger propone una consideración de diversos estados anímicos que supone una reformulación a nivel básico que logre superar los límites en que dichos fenómenos tienden a ser tratados, i. e., como estados mentales o eventos psíquicos. En otras palabras, el aspecto afectivo de la vida humana está cimentado sobre una ontología que no los reduce a meros fenómenos concomitantes. Con ello el planteamiento del filósofo parece acercarse a ciertas teorías de la emocionalidad que no parecen tomar como nota única o decisiva el carácter “sentimental” de dichos fenómenos. Por otra parte, la apelación a ciertos temples parece jugar un rol metodológico destacado en la propia idea de investigación filosófica, como en las obras antes mencionadas, y pone de relieve ciertos estados anímicos como fundamentales (Grundstimmungen). De esta manera uno puede preguntarse por las razones sistemáticas que llevan al filósofo a destacar estos estados de ánimo como fundamentales, su rol en la idea de filosofía y de la comprensión humana en general. Por último, son especialmente relevantes en este respecto el diálogo y recepción que la psicología y psiquiatría han hecho del enfoque existencial de la vida afectiva, como lo documentan ya los seminarios de Zollikon.
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